Es una creencia popular que conmemorar las fechas de eventos violentos es necesario para no olvidar el sufrimiento de nuestros predecesores. Sin embargo, esta práctica puede resultar perjudicial, ya que, en lugar de aprender de la historia, puede aumentar la percepción de que recurrir a la violencia es una solución válida para el futuro. Nos quedamos atrapados en un ciclo de dolor en lugar de buscar alternativas más constructivas.
Los argumentos positivos que a menudo se utilizan para justificar la celebración de eventos violentos son variados; entre ellos, los más comunes son: ayudan a la reflexión, fortalecen la identidad individual y sirven como forma de cohesión social. Pero, ¿realmente nos preguntamos qué mensaje estamos enviando al recordar que la violencia es la máxima forma de resolver conflictos? Seguramente no es algo que deseemos alimentar en nuestros pensamientos ni en los de nuestros hijos. En lugar de construir un futuro de paz, podríamos estar sembrando semillas de resentimiento y hostilidad.
Además, conmemorar hechos violentos puede llevar a consecuencias que no siempre consideramos. Por ejemplo, puede fomentar la idea de que mantener un ejército fuerte es vital para nuestra seguridad, lo que a su vez justifica el desarrollo de armas nucleares y biológicas capaces de erradicar la humanidad. Esto sin mencionar el aumento de la xenofobia y la división entre comunidades que, en lugar de unirse, terminan enfrentándose.
Los tiempos han cambiado, y la realidad actual nos exige enfocarnos en nuevas alternativas para resolver conflictos. Si bien aprender de batallas y guerras es informativo y reflexivo como dato histórico (siempre y cuando reconozcamos que la violencia ha sido inevitable en el pasado), convertirlo en una costumbre activa en nuestras vidas diarias resulta perjudicial. No podemos permitir que el legado de la violencia dicte nuestras acciones presentes y futuras.
Los argumentos a favor de cambiar las fechas o los motivos de celebración son sólidos. Reconocer que la era actual debe ser de armonía y no de guerras es un primer paso crucial. También es fundamental valorar los avances científicos y tecnológicos en la resolución de conflictos, como los métodos de mediación y diálogo que pueden prevenir la violencia. Fomentar la visión de una comunidad global unificada es esencial en un mundo tan interconectado. Además, debemos aceptar que los problemas de una sociedad son también problemas de otras; vivimos en un mundo donde la interdependencia es cada vez más evidente.
Quizás no vivamos para ver el cambio en el calendario, pero es enriquecedor imaginar qué eventos o logros deseamos honrar. En lugar de recordar tragedias, podríamos celebrar el progreso humano. Podríamos proponer: el Día de la Inclusión Social, que reconozca la diversidad y fomente la aceptación; el Día del Esfuerzo por Erradicar el Hambre, para unirnos en la lucha contra la pobreza; el Día de la Igualdad de Oportunidades, para celebrar los logros de todos, independientemente de su origen; el Día de los Avances Científicos y Tecnológicos, para reconocer cómo la ciencia mejora nuestras vidas; y el Día de la Unión Humana, un recordatorio de que somos parte de una misma comunidad global.
Entonces, ¿qué otros días podríamos añadir a este nuevo calendario de celebraciones? Quizás el Día de la Empatía, donde se promueva la comprensión entre culturas; o el Día del Medio Ambiente, para recordar nuestra responsabilidad hacia el planeta. El futuro depende de las elecciones que hagamos hoy, y celebrar lo positivo puede ser el primer paso hacia un mundo más pacífico y unido.
¿Cuántas veces hemos sufrido por algo que ha dejado de ser? ¿Cuántas veces nos hemos alegrado por el inicio de algo nuevo? Y, ¿cuántas veces nos hemos detenido a reflexionar sobre la posibilidad de que el inicio y el fin, en el sentido de algo finito, no sean la verdadera realidad de las cosas?
La mente humana tiene una necesidad innata de ordenar y clasificar la realidad que percibe, buscando dar sentido a su experiencia. Esta capacidad, que ha sido crucial para la supervivencia de nuestra especie, se manifiesta en nuestra conducta cotidiana y en nuestra forma de interactuar con el mundo.
Rafael Pérez Ruzafa, Académico Numerario de la Academia de las Ciencias, señala en su artículo «Dicotomías o la necesidad de clasificar» (noviembre de 2017):
«La mente humana tiene problemas con los continuos. Nuestro cerebro se ha desarrollado evolutivamente para detectar patrones y regularidades en un entorno aparentemente caótico, y de este modo poder anticipar los acontecimientos y evitar problemas. Ello implica ordenar y clasificar la información. La consecuencia es que nos resulta difícil comprender los procesos si previamente no los encuadramos en un organigrama tan sencillo como sea posible, lo que lleva a clasificaciones dicotómicas.»
Esta tendencia nos dificulta entender que tanto nosotros como nuestro entorno nos desenvolvemos en un continuo. El concepto abstracto de algo que no tiene ni inicio ni fin resulta complicado de asimilar y, aún más, de aceptar.
Una forma creativa de ilustrar lo que ocurre en nosotros y en nuestro alrededor es observar cada fenómeno, ya sea pequeño o grande, como un ciclo de creación, destrucción y transformación.
El principio aparente del fenómeno es la creación; su término, la destrucción; y el proceso que sigue es la transformación. ¿Qué ganamos con esta perspectiva? Para empezar, podemos reducir la ansiedad y los apegos. Al reconocer que la clasificación de «inicio» es meramente nominal y no representativa de la realidad, dejamos de aferrarnos a conceptos que generan estrés.
Además, esta comprensión nos permite cultivar una mayor conciencia sobre la unidad del cosmos y la disolución de la noción del yo como entidad aislada. Finalmente, al apreciar cada matiz de la existencia como un eslabón en la vasta cadena de continuidad del cosmos, liberamos nuestro potencial creativo y aprendemos a navegar la vida con una mente más abierta y receptiva. En este ciclo interminable de creación y transformación, descubrimos que el cambio no es algo que temer, sino una oportunidad para crecer y expandir nuestra comprensión del mundo.
Si el problema de la hambruna mundial fuera solo una cuestión de logística, la solución estaría a la vuelta de la esquina. Hoy en día, la tecnología nos ofrece herramientas impresionantes: desde la agricultura de precisión, que optimiza cultivos y maximiza la producción mientras minimiza pérdidas, hasta la agricultura vertical, que nos permite cultivar en espacios reducidos. Y no olvidemos los avances en sistemas hidropónicos y acuapónicos, que revolucionan cómo producimos alimentos.
Si sumamos estas innovaciones con mejores métodos de almacenamiento y sofisticados canales de distribución, queda claro que la verdadera limitación para acabar con la hambruna en el mundo es: un asunto de intereses.
Primero, planteemos una pregunta clave: ¿Quién se beneficia de erradicar la hambruna global? Desde un punto de vista compasivo, todos ganaríamos. Pero si lo miramos desde una óptica económica, la respuesta se vuelve más complicada: realmente, son muy pocos los que obtendrían beneficios inmediatos.
Organizaciones como la FAO y el Programa Mundial de Alimentos (WFP) de la ONU mencionan factores que perpetúan este problema: pobreza, desigualdad alimentaria, conflictos políticos, cambios climáticos, escasez de recursos, desperdicio y, por supuesto, injusticia social. Todas estas razones son válidas, pero en el fondo, son problemas logísticos que, aunque complicados, no son obstáculos insuperables.
De hecho, a pesar de que se proyecta que para 2050 la población mundial alcanzará los 9.5 mil millones, sí es posible alimentar a todos. Aunque, seamos sinceros, un poco de control poblacional tampoco vendría mal.
Las soluciones a las que debemos dirigir nuestros esfuerzos incluyen:
1. Cooperación internacional: Es esencial que los países trabajen juntos, compartiendo recursos y conocimientos.
2. Transferencia de tecnología: La tecnología de vanguardia y la capacitación deben llegar a las naciones en desarrollo, permitiendo que adopten prácticas sostenibles.
3. Cuidado de los recursos hídricos: Limpiar y proteger nuestros mantos acuíferos es fundamental para asegurar un suministro de agua limpia para la agricultura.
4. Educación nutricional: No se trata solo de comer, sino de nutrirse. Necesitamos crear conciencia sobre la importancia de una alimentación saludable.
5. Mejorar la infraestructura: Sin buenas carreteras, puentes y sistemas de transporte, llevar la comida a donde más se necesita se convierte en un desafío enorme.
6. Fomentar comunidades autosustentables: Apoyar iniciativas locales que promuevan la autosuficiencia es clave para crear un cambio duradero.
Como hemos dicho antes, y lo seguiremos repitiendo, lo que falta aquí es voluntad humana. No todo se puede medir en términos de ganancias. El verdadero éxito radica en ayudarnos mutuamente. Al final del día, lo que realmente importa es el bienestar de la humanidad.
¿Cuántas veces nos hemos despertado sintiendo que carecemos de propósito en la vida? Aquellos que llenamos nuestra agenda diaria por costumbre o práctica social, creemos que nuestras vidas tienen sentido y propósito. Sin embargo, ¿es ese propósito diario equivalente al propósito de vida que buscamos?
El doctor Viktor Frankl, superviviente de un campo de concentración alemán durante la Segunda Guerra Mundial, desarrolló la logoterapia, una terapia psicológica basada en sus experiencias personales. Frankl observó que aquellos que tenían un propósito diario o una razón para sobrevivir en el campo de concentración encontraban motivación y formas de sobresalir en medio del sufrimiento.
La idea de Frankl no es nueva, pero su enfoque sí lo es. Religiones, líderes y historias populares han intentado crear un metamito que explique la razón de ser de las cosas. La filiación familiar se basa en el metamito de la línea de sangre y, más recientemente, en el apellido. Las naciones comparten el metamito del origen y las dificultades compartidas. Y así, desde tiempos inmemoriales, hemos creado metamitos sobre el propósito de nuestra vida.
Algunos consideran que su propósito es engrandecer su nación, mientras que otros buscan dejar una huella en un área específica. Sin embargo, todos comparten una acción común: dar sentido a su día. Cuando enfrentamos decepciones o reevaluamos nuestros ideales, experimentamos un bajón emocional. De repente nos damos cuenta de que nuestra supuesta vocación no era más que una idea arraigada en nuestra mente.
A veces juzgamos a aquellos que no siguen el mismo ritmo de vida que los miembros activos de la sociedad. Asumimos que carecen de iniciativa, que son conformistas y que son pocos más que parásitos. Pero, ¿habrán ellos descubierto algo acerca del propósito de vida? ¿Qué tal si no hubiera propósito de vida y toda existencia fuera, en términos valorativos, lo mismo? ¿Podría uno vivir así?
Es probable que crisis de identidad surgieran, que muchas instituciones y convenciones se derrumbaran. El metamito del propósito de vida ha venido desarrollándose con cada avance que da la humanidad, nos ayuda a darle sentido a esta extraña existencia que experimentamos, y no nos hemos permitido soltarlo.
Si hoy dijéramos «todo lo que hago es igual, es un reflejo de todo lo demás y es causa y consecuencia de una sola entidad», entonces podríamos enfocarnos en una actividad sencilla pero novedosa para muchos de nosotros: vivir el momento. Es decir, no buscar razones para vivir, solo vivir. Si suena provocadora esta idea, es porque más de una vez hemos dudado que haya un verdadero propósito.
Al soltar esas ideas, podremos por fin ver la realidad frente a nosotros, disfrutar el momento y desprendernos de la noción del ego que pide a gritos una razón por la cual existir.
El Futuro de Nuestras Sociedades: Comunidades Autosustentables
En la actualidad, la mayoría de las ciudades en los países desarrollados enfrentan problemas complejos y urgentes. La crisis ambiental, la escasez de recursos, la desigualdad social y la pérdida de biodiversidad son solo algunos de los desafíos que requieren soluciones innovadoras y sostenibles.
En este contexto, el modelo de las comunidades autosustentables emerge como una alternativa prometedora. Estas comunidades han demostrado ser capaces de superar los retos más comunes, como la burocracia local, la falta de voluntarios, el levantamiento de capital y financiamiento, la falta de conocimiento y capacitación, la mala conexión con la comunidad local y la falta de escalabilidad.
Un Ejemplo Exitoso: Tamera, Portugal
Tamera, una comunidad autosustentable fundada en 1995 en Portugal, es un ejemplo inspirador de lo que se puede lograr. Con una visión holística y un enfoque en la sostenibilidad, Tamera ha implementado sistemas de riego eficientes y energía renovable, y cuenta con una arquitectura sostenible que minimiza el impacto ambiental.
Además, su enfoque en el tratamiento del agua, un recurso natural cada vez más valioso, ha creado un ambiente que promueve la convivencia sana de sus habitantes. La comunidad también ha desarrollado programas de educación y capacitación para fomentar la conciencia ambiental y la participación ciudadana.
Un Modelo para las Demás Comunidades
Tamera, al igual que otras comunidades autosustentables, busca convertirse en un modelo para las demás. No busca reconocimiento, sino ser un catalizador para inspirar a otros a actuar. La filosofía de Tamera se basa en la idea de que la sostenibilidad no es solo un objetivo ambiental, sino también social y económico.
Un Llamado a la Acción
La crisis ambiental y social que enfrentamos requiere una respuesta urgente y colectiva. Nuestra generación puede ser la causante de un cambio benéfico. Tenemos la tecnología y el conocimiento, solo nos falta ponernos de acuerdo.
Para empezar, podemos:
– Visitara comunidades autosustentables cercanas y aprender de sus experiencias. – Participar en programas de voluntariado y contribuir a la creación de un ambiente sostenible. – Apoyar políticas y proyectos que fomenten la sostenibilidad y la justicia social. – Educarnos y concienciar a otros sobre la importancia de la sostenibilidad.
¿Quién se apunta?
La creación de un futuro sostenible requiere la participación de todos. No podemos dejar que la inacción y la indiferencia nos impidan crear un mundo mejor para las generaciones futuras.
¿Estás listo para unirte a la revolución sostenible? ¿Estás dispuesto a ser parte de la solución?
¡Únete a nosotros en este llamado a la acción y juntos creamos un futuro más sostenible y justo para todos!
En su influyente libro «Las puertas de la percepción», Aldous Huxley narra su experiencia con el peyote, una planta mesoamericana con propiedades psicotrópicas, y explora cómo diversas civilizaciones han utilizado sustancias para acceder a experiencias astrales y expandir su conciencia.
Sin embargo, en la actualidad, el consumo de drogas es visto como un problema global. Antes de aceptar que las drogas en sí mismas son el problema, debemos identificar las causas subyacentes. La prohibición ha generado un lucrativo mercado negro, fomentando la creación de drogas más mortíferas y peligrosas. Además, ha llevado a la formación de cárteles, el uso clandestino de sustancias no reguladas y el encarcelamiento masivo.
¿Es efectiva la prohibición? ¿No sería más eficaz regular el consumo y producción de drogas para evitar estos problemas? La adicción a sustancias como la heroína, el fentanilo y la metanfetamina es peligrosa, pero no podemos negar que el ser humano tiene una necesidad inherente de desconectarse ocasionalmente de la realidad.
La historia muestra que pueblos ancestrales utilizaron métodos naturales para elevar su estado de conciencia. Hoy, deberíamos considerar la regulación estatal del consumo de drogas, verificando su producción para minimizar el factor adictivo y dependiente. Las sustancias del futuro podrían ser utilizadas recreativamente para abrir canales de percepción y fomentar la contemplación meditativa y reflectiva.
No podemos culpar a aquellos que caen en la adicción. Muchas personas carecen de educación o herramientas para enfrentar el sufrimiento percibido en su interior. Debemos ofrecerles válvulas de escape no invasivas y seguras.
Es hora de reconsiderar nuestra relación con las sustancias y dejar atrás la ley obsoleta que tipifica el consumo de drogas. Quizás, en el futuro, podamos regresar a métodos más naturales como la hoja de coca, la Canabis, el peyote, la Ayahuasca y los hongos.
Aquí te dejo la continuación del texto con algunos párrafos adicionales sobre drogas del futuro que elevarían el estado de conciencia:
En el futuro, es posible que surjan sustancias aún más avanzadas y seguras para expandir nuestra conciencia. Estas «drogas del futuro» podrían ser diseñadas para potenciar nuestra creatividad, mejorar nuestra empatía y comprensión interpersonal, y permitirnos acceder a estados de consciencia más elevados.
Algunas posibilidades incluyen:
– Sustancias que amplifiquen nuestra conexión con la naturaleza y el universo. – Compuestos que faciliten la introspección y la auto-reflexión. – Medicinas que permitan acceso a estados de conciencia colectiva y compartida. – Tecnologías que simulen experiencias espirituales y meditativas.
Estas innovaciones podrían revolucionar nuestra comprensión de la conciencia y nuestra relación con el mundo que nos rodea. Sin embargo, es crucial que su desarrollo y uso sean guiados por principios éticos y científicos rigurosos.
La regulación y supervisión de estas sustancias serán fundamentales para garantizar su seguridad y eficacia. Además, será esencial educar a la población sobre sus beneficios y riesgos, y promover un uso responsable y consciente.
El futuro de las drogas que expanden la conciencia es prometedor, pero requiere un enfoque cuidadoso y colaborativo entre científicos, filósofos, líderes políticos y la sociedad en general.
Un estado de consciencia cercano a la realidad de las cosas.