Desafío al eurocentrismo: la filosofía mundial en cambio

Joseph Estermann, en su análisis de la filosofía andina, nos ofrece un enfoque fresco sobre cómo aplicar la filosofía de la interculturalidad. Este enfoque no solo resalta la riqueza del pensamiento andino, sino que también invita a replantear cómo nos relacionamos con diversas tradiciones filosóficas en un mundo cada vez más globalizado.

En los años 80, surgió un movimiento de concientización que buscaba desmantelar el eurocentrismo dominante en la filosofía mundial. Este movimiento fue fundamental para cuestionar la supremacía de las ideas occidentales y promover un reconocimiento más equitativo de las tradiciones no occidentales. Antes de este movimiento, era habitual evaluar ideologías, costumbres y tradiciones a través de la lente occidental. Si las tradiciones filosóficas de un pueblo no se alineaban con las europeas, simplemente no se consideraban filosofía. Esto generó una exclusión de voces valiosas y de formas de conocimiento que habían existido durante siglos.

Hemos discutido en entradas anteriores el origen del quehacer filosófico y cómo se relaciona con la adaptación humana. Aunque no contamos con registros históricos que nos digan que los ancestros del Homo sapiens sapiens filosofaban, hay suficientes evidencias arqueológicas y antropológicas para inferir que desde tiempos remotos se ha estado reflexionando sobre la existencia. Las pinturas rupestres, las herramientas de caza y el desarrollo del lenguaje verbal y escrito son pruebas de que todos los pueblos del mundo, sin importar su momento histórico, han creado su propio sistema de pensamiento filosófico.

Estermann realiza un trabajo extraordinario en su estudio de la filosofía inca, destacando cómo la cosmovisión andina se centra en la interconexión de todos los seres vivos. Sin esfuerzo, equipara la idea de la chakana quechua y aimara (un símbolo de unión entre lo humano y lo divino) con las filosofías de pueblos subyugados y olvidados, así como con la filosofía dominante. Este simbolismo de la chakana se traduce en una comprensión de la vida que trasciende las divisiones artificiales impuestas por el eurocentrismo, fomentando una visión más holística y ecológica de la existencia.

Esta comparación es una excelente manera de entender la importancia de abrir el diálogo cultural. Al igual que la chakana, este diálogo nos brinda una escalera que nos permite alcanzar un entendimiento más profundo y una verdadera unión como sociedad. La idea de la interculturalidad va más allá de la mera tolerancia; se trata de construir puentes que permitan el intercambio de saberes y experiencias.

Los diálogos polílogos a los que cada vez más filósofos se están sumando son la respuesta a los grandes desafíos que enfrentamos en la actualidad. En un mundo marcado por conflictos, desigualdades y crisis ambientales, el intercambio de perspectivas filosóficas puede ofrecer soluciones innovadoras y sostenibles. Respeto, tolerancia e intercambio de conocimientos son las columnas sobre las que se edificará la nueva sociedad que estamos formando.

Además, este enfoque intercultural puede ayudarnos a abordar problemas globales como el cambio climático, la pobreza y la injusticia social. Al integrar diferentes visiones del mundo, podemos encontrar formas más efectivas y justas de enfrentar estos desafíos. Si logramos sostener estas bases, podremos construir un futuro más inclusivo y enriquecedor para todos, donde cada voz y cada tradición sean valoradas por su contribución única al pensamiento humano.

La Unificación de la Espiritualidad: Superando el Choque de Civilizaciones


El filósofo y científico político Samuel Huntington, en respuesta a su alumno Francis Fukuyama —también filósofo y economista—, nos presentó la idea del choque de civilizaciones.

Aunque esta idea no era completamente nueva, ya que Albert Camus la había contemplado casi 50 años atrás, su impacto y popularidad generaron incertidumbre y miedo en muchos.

El choque de civilizaciones sostiene, en resumen, que las guerras del futuro no se librarán entre países, sino entre culturas, y que la cultura islámica representa una de las mayores amenazas para la cultura occidental. La influencia de la teoría de Huntington ha crecido especialmente tras los atentados terroristas vinculados a extremistas musulmanes y las acciones estadounidenses para reafirmar su hegemonía global.

Sin embargo, el choque de civilizaciones no tiene que ser un concepto fatalista. Visto en perspectiva, puede representar una oportunidad para derribar viejas ideologías y construir un futuro en el que exista una única civilización: la humana y cosmopolita.

Diversos académicos, líderes religiosos de diferentes creencias y practicantes espirituales proponen un proyecto ambicioso: la unificación de la espiritualidad. Aunque a primera vista puede parecer descabellado, no es un objetivo inalcanzable.

Hay abundante material que señala los paralelismos entre las distintas religiones y sus efectos en los seguidores más comprometidos. Según estudios contemporáneos, la espiritualidad podría estar arraigada en nuestro código genético. Es posible que nuestra necesidad de creer en un poder superior esté escrita en nuestro ser evolutivo. Por lo tanto, la unificación de prácticas espirituales y la eliminación del dogma no son tareas imposibles.

Si nos lo proponemos, podemos lograr la caída de las civilizaciones fragmentadas y, de sus escombros, construir una civilización única: la civilización humana.

Espiritualidad sin religiones.